sábado, 29 de diciembre de 2012

Indefensión Aprendida vs Personalidad Resistente



Imaginen un suceso estresante, un cambio en el que el protagonista no puede influir de ninguna manera, un cambio que trastoca una vida, puede ser una enfermedad, una pérdida, una ruptura, un giro inesperado en la cotidianeidad. Convivimos con sucesos parecidos, observamos como le ocurren a conocidos, a amigos, a nosotros mismos y podremos comprobar como diferentes personalidades tienen distintas maneras de afrontar la misma situación, unos aprovechan estos cambios como oportunidades dotándoles de sentido de existencia y otros terminan abocados a un trastorno del estado de ánimo como un episodio depresivo, emociones de desesperanza y sentimientos que le envolverían en una espiral de la que sería difícil escapar.

Robert Seligman inició una investigación en la que conceptualizó la Indefensión Aprendida. Sometió a grupos de perros a descargas eléctricas de las que no podían escapar y después comprobó que estos sucesos provocaban grandes limitaciones en la capacidad de aprendizaje en comparación con el grupo control, perros que podían escapar de las descargas accionando una palanca. Así asumió que al someter a un organismo a una situación que no podía modificar se creaban en él tres tipos de déficits. El primero, motivacional, basado en la creencia de que sus actos no modificarán las consecuencias, el segundo, cognitivo, provocando dificultades en aprendizajes posteriores de respuestas-consecuencias en situaciones que sí podían modificar mediante sus conductas, y el último, emocional, en el que esa incontrolabilidad da lugar a sentimientos de tristeza, ansiedad y miedo. Estudios posteriores parecidos a los de Seligman, pero con humanos, aportaron que los sujetos en estas condiciones de Indefensión tendían a atribuir los éxitos a factores externos como la suerte y los fracasos a factores internos como su propia capacidad, lo que terminaba por afectar a su autoestima y creaba una manera de global de ver futuras situaciones estresantes o simplemente cualquier desafío cotidiano.

     (Inducción de Indefensión Aprendida a grupo de adolescentes mediante la realización de anagramas)

Sin embargo, en algunas personas ante determinadas tragedias personales podemos observar una manera más constructiva de afrontamiento. Suele estar determinada por características de personalidad que dotan al individuo de una manera particular de pensar, sentir y actuar que se consigue transformando los eventos estresantes en oportunidades de desarrollo y crecimiento convirtiendo estas características en una verdadera protección. Estas disposiciones se suponen aprendidas en la primera etapa, pero no quiero renunciar a creer que con un poco de trabajo pueden adaptarse a la personalidad en cualquier momento vital dotando a cualquier individuo de recursos que sean útiles en el día a día o en acontecimientos traumáticos, existen tres claves que dirigen la manera de comportarse de las “personas resistentes”:

-Compromiso:   Tendencia a implicarse en todas las actividades de las áreas de la vida. Es capaz de convertir todo lo que hace en algo interesante e importante, incluyendo un compromiso social que le haga recurrir a los demás en momentos de necesidad de ayuda o apoyo personal.
- Control: Las personas resistentes piensan que ellos pueden manejar el curso los acontecimientos de su vida (en contra del concepto de Indefensión Aprendida que exponía con anterioridad), ya sea mediante el significado que dan a los sucesos, la capacidad de elección del manejo de las emociones que provoca o una motivación particular para transformar el impacto en uno mismo y conducirlo al éxito.
-Desafío o Reto: Valoran de manera positiva el cambio interpretándolo como oportunidad y crecimiento en contra de la estabilidad, situación que no ven como necesaria e importante. La experiencia siempre les aporta aprendizaje.

Este estilo vital se convierte incluso en un protector de salud ante enfermedades y un factor de protección en niños y adolescentes que viven en ambientes desfavorecidos, comprobado mediante estudios de niños criados en familias en las que los dos progenitores eran alcohólicos y que lograban alcanzar una buena calidad de vida en contra de otros que terminaban siendo adultos afectados. Este concepto es denominado en terminología psicológica “resiliencia” significa “resistencia de un cuerpo a la ruptura por un golpe”. Transformando esos golpes en experiencia de las que sacar provecho, asumiendo que los acontecimientos nos hacen aprender, entendiendo la vida como algo que tiene sentido en sí mismo, alimentando un sentido del humor positivo y sobre todo, recurriendo al apoyo social si lo necesitamos, podremos convertir nuestro día a día en una experiencia realmente agradable.

sábado, 22 de diciembre de 2012

Feliz? Navidad

A pesar de los buenos deseos, de los villancicos, del bombardeo de imágenes agradables, a pesar de los regalos, parece ser que la Navidad es la época del año en la que más nos deprimimos y estos datos los recoge un artículo recomendable de la revista Muy Interesante.


¿En Navidad nos deprimimos más?
¿Cómo afecta la Navidad al estado de ánimo?


A pesar de todo, desde Psicología Cotidiana les deseo una Feliz Navidad o al menos que no les dé tiempo a ser infelices.



martes, 18 de diciembre de 2012

Efectos de la televisión en inteligencia infantil

La televisión impera desde hace varias décadas como preferencia universal de entretenimiento en población de todo rango de edad, sin embargo, se obvian los efectos que puede provocar el pos de otros pasatiempos en los niños de menos edad, aquellos en los que el cerebro aun está formándose y estableciendo las uniones necesarias para un funcionamiento más eficaz.

Les adjunto un artículo muy interesante acerca de los efectos de ver la televisión en niños.

Los niños adictos a la tele: adultos sin futuro.

Una muestra gráfica de como influyen las horas de televisión en una destreza como el dibujo, que se desarrolla con la edad, el nivel de inteligencia y el fomento de la creatividad.


Y si me permiten un consejo, apagen la tele y acompáñenlos a la biblioteca.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Del amor y otros demonios.


Tenemos que comprender el amor; tenemos que ser capaces de enseñarlo, crearlo, predecirlo o el mundo será vencido por la hostilidad y el miedo”
Maslow 1954

¿Cuál es el tema sobre el que tratan la mayoría de las canciones que escuchamos? ¿Cuál, el de gran parte de los poemas? ¿Sobre qué versan las películas más taquilleras de la mayor industria del sector? ¿Qué pensamos cuando vemos a alguien ensimismado, inusualmente feliz o ligeramente apático? El amor, siempre ahí, el culpable de las historias más bellas y los finales más atroces. Un tema tan interesante dentro de la Psicología Social que estaba esperando el momento adecuado para escribir sobre él, el día ha llegado.

En la búsqueda de una definición precisa del concepto amor podemos acudir al diccionario de la Real Academia de la Lengua, “Afecto por el cual busca el ánimo el bien verdadero o imaginado y apetece gozarlo”. Una aproximación muy general, podríamos englobar aquí todos los tipos de amor, desde el fraternal hasta el amor por la patria pasando por el amor pasional o el amor al arte, lejos de precisar el término de amor romántico al que pretendo referirme. Quizás debamos acercarnos al arte, el poeta Andrés Capellanus lo explicaba como “un sufrimiento que nace de dentro de uno, derivado de la contemplación o la excesiva meditación sobre la belleza de un miembro del sexo opuesto que provoca por encima de todo el deseo de abrazarlo”. Desde la filosofía, Locke decía que “Amar es el fruto de la reflexión sobre el placer, no necesariamente solo físico, que alguien puede producirnos, lo cual está estrechamente relacionado con las posturas, que en el lenguaje psicológico hablan de expectativas de refuerzo”. ¿Qué son las expectativas de refuerzo? Conjunto de pensamientos, sentimientos, motivaciones, reacciones, acciones (incluida la comunicación no verbal inconsciente) y declaraciones (conducta verbal) que engloba al fenómeno amoroso (relaciones íntimas, sexuales, de pareja).

El primer paso de una relación amorosa es la atracción interpersonal hacia otro miembro de la misma especie, en este aspecto es importante señalar que existen diferencias de género muy marcadas entre las preferencias que tienen hombres y mujeres en la elección de su pareja sexual. Los hombres se declinan por mujeres más jóvenes y cualidades como belleza y salud que aseguren una buena reproducción y descendencia óptima, así mismo, las mujeres buscan estabilidad económica a la vez que seguridad emocional en su pareja, condiciones que aseguren su supervivencia y mantenimiento de la prole, debemos apuntar que estas condiciones se reúnen en parejas con intenciones de mantener una relación a largo plazo debido a las inversiones asimétricas que ambos sexos realizan a la hora de mantener una relación sexual, las mujeres podrían obtener como resultado un embarazo de nueve meses y algunos años más de crianza, sin embargo los hombres invierten apenas unos segundos en tener descendencia, no son planes conscientes, sino tendencias adaptativas. Sin embargo, las expectativas que determinan una relación a corto plazo modifican las características que los miembros de ambos sexos buscan en el otro dominando una relajación de los criterios de selección, los hombres buscan atractivo físico y cierta promiscuidad que asegure un lapso menor de tiempo entre el contacto inicial y la relación sexual, sin embargo las mujeres están atraídas por características físicas como la altura o la fuerza y rechazan a hombres con compromiso previo.

Gran parte de la conductas amorosas están regidas por criterios de selección natural resultado de millones de años de historia evolutiva, para asegurar el mantenimiento de la especie nuestros antepasados tuvieron que saber elegir la pareja más apta, unos buenos genes aseguran una buena descendencia y determinados rasgos de personalidad hacen las relaciones más fáciles, es decir, que cada uno de nosotros es el resultado de una genial combinación generacional regida por la selección natural que teorizó Darwin y que se puede aplicar tanto a rasgos físicos como psicológicos.

Hasta ahora se han explicado los rasgos evolutivos que rigen el amor, pero ¿y las causas personales? ¿Por qué se produce el amor cuando no se pretende tener descendencia? Esto es debido a las grandes satisfacciones que aporta a la persona, como atracción física, personal y sexual; activación fisiológica que etiquetamos como sentimientos amorosos, sentimiento mutuo de atracción, devolución de una imagen propia de características socialmente deseables a la vez que encontramos a alguien al que hacerle confidencias.

La fase de enamoramiento está determinada por intenso deseo de intimidad y unión con el otro, grandilocuencia, pensamientos frecuentes e intrusivos, pérdida de concentración, idealización o fuerte activación ante la presencia (real o imaginada) del ser amado. Tras el inicio, si recibimos una alta tasa de refuerzos, es decir, conductas positivas que nos animen a seguir con la relación, se produce la fase de amor romántico determinado por un compromiso mutuo y fuerte intimidad se suceden las autorrevelaciones y existe una complementariedad de las necesidades, así como la similaridad en valores, intereses y expectativas (sobre todo si son en rasgos poco comunes se aumenta la atracción), al garete con el dicho de los “polos opuestos se atraen”. El mantenimiento de una relación se teoriza mediante un balance de costes-beneficios, siempre que el producto entre lo que uno da y lo que uno recibe sea positivo se mantendrá la relación amorosa en el tiempo y se pasará a la fase de amor compañero en la que la atracción disminuye pero aumenta el compromiso probablemente potenciado por el emprendimiento de una vida familiar y en unión con el otro, un proyecto de vida juntos y la satisfacción de necesidad de compañía.

Al lector pudiera parecerle que estos párrafos desmitifican cualquier conducta amorosa ideal para reducirla al nivel de los mortales, es mi intención personal, ninguna conducta provocada por humanos debería tener un carácter divino alimentado por las canciones, los poemas o las películas de las que hablaba al principio. Hay mitos absurdos como el de la media naranja, falsos como el de la omnipotencia del amor o simplemente imposibles como el de la perdurabilidad de la pasión.

El asunto estriba en que el amor es en sí una potencial fuerte de reforzamiento, entre los miedos más comunes está el de la soledad en la madurez o en el futuro, invertimos tantos esfuerzos en mantenerlo porque aumenta la autoestima y el reconocimiento social, satisface las necesidades de intimidad, compañía, apoyo, protección, estabilidad y seguridad. Sin embargo no es imprescindible y a la vez que provoca satisfacciones puede ser dar lugar a fuertes desequilibrios, desdichas, sentimientos de inquietud y celos y como colofón final, la ruptura, que surge cuando existe un conflicto entre el deseo de independencia y el deseo de intimidad, no suele importar quien decide terminar con la relación, en ambos miembros se suscitan sentimientos de tensión emocional, frustración y rabia que los hombres mitigan buscando cuanto antes otra pareja sexual y las mujeres confiando en sus amigas. Existen autores que declaran que sin una relación afectuosa, segura y consistente con los padres en los primeros años de vida, las relaciones futuras es posible que se caractericen por el sufrimiento. Aquella historia de precioso comienzo puede terminar así o con un maravilloso final, todo depende de ti, que estás leyendo esto, la psicología solo te lo cuenta.

“…has de saber Sancho, si no lo sabes, que entre los amantes, las acciones y los movimientos que muestran, cuando de sus amores se trata, son certísimos correos que traen nuevas de lo que allá en lo interior del alma pasa…”

El Quijote. Miguel de Cervantes.