Imaginen un suceso estresante, un cambio en el que el
protagonista no puede influir de ninguna manera, un cambio que trastoca una
vida, puede ser una enfermedad, una pérdida, una ruptura, un giro inesperado en
la cotidianeidad. Convivimos con sucesos parecidos, observamos como le ocurren
a conocidos, a amigos, a nosotros mismos y podremos comprobar como diferentes
personalidades tienen distintas maneras de afrontar la misma situación, unos
aprovechan estos cambios como oportunidades dotándoles de sentido de existencia
y otros terminan abocados a un trastorno del estado de ánimo como un episodio
depresivo, emociones de desesperanza y sentimientos que le envolverían en una
espiral de la que sería difícil escapar.
Robert Seligman inició una investigación en la que
conceptualizó la Indefensión Aprendida.
Sometió a grupos de perros a descargas eléctricas de las que no podían escapar
y después comprobó que estos sucesos provocaban grandes limitaciones en la
capacidad de aprendizaje en comparación con el grupo control, perros que podían
escapar de las descargas accionando una palanca. Así asumió que al someter a un
organismo a una situación que no podía modificar se creaban en él tres tipos de
déficits. El primero, motivacional, basado en la creencia de que sus actos no
modificarán las consecuencias, el segundo, cognitivo, provocando dificultades
en aprendizajes posteriores de respuestas-consecuencias en situaciones que sí
podían modificar mediante sus conductas, y el último, emocional, en el que esa
incontrolabilidad da lugar a sentimientos de tristeza, ansiedad y miedo.
Estudios posteriores parecidos a los de Seligman, pero con humanos, aportaron
que los sujetos en estas condiciones de Indefensión tendían a atribuir los
éxitos a factores externos como la suerte y los fracasos a factores internos
como su propia capacidad, lo que terminaba por afectar a su autoestima y creaba
una manera de global de ver futuras situaciones estresantes o simplemente
cualquier desafío cotidiano.
(Inducción de Indefensión Aprendida a grupo de adolescentes mediante la realización de anagramas)
Sin embargo, en algunas personas ante determinadas tragedias
personales podemos observar una manera más constructiva de afrontamiento. Suele
estar determinada por características de personalidad que dotan al individuo de
una manera particular de pensar, sentir y actuar que se consigue transformando
los eventos estresantes en oportunidades de desarrollo y crecimiento
convirtiendo estas características en una verdadera protección. Estas
disposiciones se suponen aprendidas en la primera etapa, pero no quiero
renunciar a creer que con un poco de trabajo pueden adaptarse a la personalidad
en cualquier momento vital dotando a cualquier individuo de recursos que sean
útiles en el día a día o en acontecimientos traumáticos, existen tres claves
que dirigen la manera de comportarse de las “personas resistentes”:
-Compromiso:
Tendencia a implicarse en todas las actividades de las áreas de la vida.
Es capaz de convertir todo lo que hace en algo interesante e importante,
incluyendo un compromiso social que le haga recurrir a los demás en momentos de
necesidad de ayuda o apoyo personal.
- Control: Las personas resistentes piensan que ellos
pueden manejar el curso los acontecimientos de su vida (en contra del concepto
de Indefensión Aprendida que exponía con anterioridad), ya sea mediante el
significado que dan a los sucesos, la capacidad de elección del manejo de las
emociones que provoca o una motivación particular para transformar el impacto
en uno mismo y conducirlo al éxito.
-Desafío o Reto: Valoran de manera positiva el cambio
interpretándolo como oportunidad y crecimiento en contra de la estabilidad,
situación que no ven como necesaria e importante. La experiencia siempre les
aporta aprendizaje.
Este estilo vital se convierte incluso en un protector de
salud ante enfermedades y un factor de protección en niños y adolescentes que
viven en ambientes desfavorecidos, comprobado mediante estudios de niños
criados en familias en las que los dos progenitores eran alcohólicos y que
lograban alcanzar una buena calidad de vida en contra de otros que terminaban
siendo adultos afectados. Este concepto es denominado en terminología
psicológica “resiliencia” significa “resistencia de un cuerpo a la ruptura por
un golpe”. Transformando esos golpes en experiencia de las que sacar provecho,
asumiendo que los acontecimientos nos hacen aprender, entendiendo la vida como
algo que tiene sentido en sí mismo, alimentando un sentido del humor positivo y
sobre todo, recurriendo al apoyo social si lo necesitamos, podremos convertir
nuestro día a día en una experiencia realmente agradable.
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